Sabemos, por la experiencia acumulada en todos estos años de viajes, fútbol y canchas, que el nivel de la Copa América ya no se corresponde al de años pasados. A algunos jugadores importantes que han dado lustre a sus selecciones les cuesta incorporarse a sus equipos nacionales con cualquier justificación.
Piensan más en contratos o en mundiales que en “las pequeñas cosas” del continente que les vio crecer. Ese es un mal de los tiempos actuales, y solo el dejar hacer, dejar pasar, puede revertir en el futuro cercano tal situación. No obstante, no sucede lo mismo con torneos cercanos, como la Copa de Oro que agrupa a los países del Caribe, Centro y Norteamérica y que ha tenido su fin el pasado domingo y con sus mejores futbolistas en acción.
Con Estados Unidos inesperadamente eliminado, triunfó México en un partido ante Panamá en el que debió luchar hasta la extenuación frente a tan empecinado adversario…
Entonces, aquí debemos hacer un alto en el camino para hablar del juego decisivo y, por extensión, de toda la Copa de Oro. Tratando de ser objetivos, nos pareció un fútbol de dudas, de incertidumbre, es decir, sin mayores pretensiones.
Apartando ciertos valores individuales, los equipos mostraron poca disposición táctica y sin niveles colectivos que pudieran alterar las inquietas miradas. Por eso nos llamó la atención la escuadra mexicana, de la que mantenemos un alto concepto.
Si esta competencia fue vista por los aficionados venezolanos ahora estarán pensando en las grandes posibilidades mundialistas que podría tener la Vinotinto, de pertenecer a la Concacaf, ante expresiones muy a su alcance.
Se podría pensar que México, dado su potencial organizativo y económico pudiera pasar de largo ante los panameños, pero qué va; su fútbol sigue estancado, que al paso vertiginoso de los días es igual a caminar hacia atrás. ¿Qué tal estas dos selecciones en el fragor y la exigencia de un Mundial?…
Milan Kundera, el notable escritor checo en la vida hasta la semana pasada, era un apasionado del deporte. Decía que el deporte era importante en la vida humana, que era parte del individuo y que exploraba la relación con la sociedad.
Aunque también gustaba del fútbol, en realidad su preferido era el tenis, y seguramente hubiese disfrutado grandemente la final de Wimbledon entre Carlos Alcaraz y Nova Djokovic. En las novelas de Kundera, lecciones de vida, siempre estaba presente aunque fuese de manera somera, el deporte.
Su posición chocaba con aquella antigua y ya fuera de tiempo actitud de los literatos, que antiguamente consideraban al deporte como “algo menor”. Kundera no pensaba lo mismo.
Nos vemos por ahí.