249, el vuelo de los futbolistas


Un hombre camina distraído por la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, y siente que la arena se mueve. Se queda quieto y observa con atención lo inesperado: desde los granos aparece un jugador haciendo malabares con un balón.

Otro turista sale del hotel y se dispone a dar un paseo por los bosques de Palermo, en Buenos Aires, y fija su vista en un chico que pasa conversando con una pelota: la bola, con vida propia, salta de sus pies, el muchacho la domina, la acaricia, la hace suya.

Es una delicia andar por la Rambla, en Montevideo, y disfrutar viendo a los jóvenes jugar una partida; su educación futbolística habla de una tradición ancestral.

Para brasileros, argentinos y uruguayos el fútbol es parte de su cultura, del diario vivir. Desde Brasil han brotado 3.020 jugadores que andan por todos los confines del planeta enseñando lo que son como los mayores exportadores de futbolistas; desde Argentina llegan a 2.172 (tercer lugar, después de Francia, con 2.293), mientras que Uruguay ha soltado a 750. Unos y otro hablan de lo que representa este deporte en su cotidianidad, en su ser, y forma parte de un conglomerado de futbolistas que pululan por el mundo en una diáspora que se va haciendo incontenible. Por eso el Mundial, la Copa América, los torneos internacionales, son encuentros que van más allá de las canchas para transformarse en una mixtura de maneras de ser, de ver la vida desde cada prisma y color.

Si miramos hacia Suramérica, podremos cerciorarnos de cómo el fútbol ha sido parte de la economía de cada país. Por ejemplo: Colombia es séptimo en exportación de jugadores, con 1.077, Paraguay ocupa el puesto 27 con 363, y Ecuador el 42, con 217. Todo esto representa la entrada de divisas en efectivo y compra de propiedades.

Suele ser algo asombroso conocer las cifras. No las hemos sumado, pero pasan de veinticinco mil los que buscan su aventura en los campos de juego. Porque viajar significa crecer en lo económico, pero también en lo social, en aprender nuevos idiomas y diferentes maneras de vivir. El fútbol venezolano también ha dado al universo jugadores trotamundos, jóvenes que han sido parte de campeonatos que han estado lejos de lo habitual: Bulgaria, Chipre, Estonia, Suráfrica, Albania, Ucrania, Siria… Y por el continente americano, Panamá, República Dominicana, Nicaragua, Honduras, Haití… Ricardo David Páez, Alejandro Cichero, José Manuel Rey, Salomón Rondón, han sido algunos de la cofradía de los viajeros consecuentes, aquellos que han pisado terrenos diferentes y han dejado huellas marcadas para siempre. Cada día los empresarios se interesan más por el fútbol venezolano. Por no tener aún el más alto cartel internacional todavía pueden ser negociados por montos razonables… hasta que alguno de ellos dé el gran palo y entonces las cotizaciones podrían llegar al espacio sideral: ¿será posible?

En busca de horizontes

Seguramente debe pasar inadvertida la cantidad de jugadores emergidos desde las canteras nacionales que andan por ahí peleando balones. Y no es para menos. Algunos de ellos han ido a equipos y ligas de renombre, pero otros, sin estridencia, han marcado otras remotas latitudes. Si les decimos que la cantidad va por 249, ¿nos creen? Esa es la cantidad de futbolistas que en estos momentos buscan lugares y vidas en el mundo.

Con Brasil y Colombia como los países con mayor número de venezolanos en sus nóminas, Venezuela ocupa el puesto 40, por encima de Ecuador, nada menos, que exporta 217. Claro, hay sus diferencias visibles en los destinos de unos y otros; en la final del Mundial de Clubes pudimos ver en el Chelsea a Moisés Salcedo, y la del París Saint-Germain a William Pacho, valores ecuatorianos indispensables en el quehacer de sus clubes.



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