El Futve no ha podido equiparar raigambre histórica del beisbol


La bizantina discusión que enfrenta a los aficionados del beisbol profesional con los del fútbol, cada vez que un Caracas-Magallanes repleta las tribunas de cualquier estadio del país donde se dispute el clásico de los clásicos del deporte nacional, obliga a detenernos sobre las causas de este fenómeno y algunas de las razones por las cuales esta pasión desmesurada por melenudos y navegantes no ha alcanzado todavía la misma dimensión en el fútbol profesional venezolano.

Lo primero que hay que entender es que el desarrollo de ambos deportes en nuestra nación tuvo caminos muy diferenciados. Como la mayoría de las actividades deportivas del país, en sus inicios el beisbol y el fútbol eran practicados por una élite adinerada de estudiantes y profesionales bien educados que viajaron fueran del país y a su regreso introdujeron la práctica de deportes, que habían conocido en Estados Unidos y Europa.

Pero el beisbol rápidamente pasó de la alta sociedad y los engominados sportman de principios del Siglo XX a convivir con la gente de a pie, el pueblo común y corriente que comenzó a jugar caimaneras, con uniformes elaborados hasta con bolsas de harina de trigo, con guantes y pelotas cocidos a manos, en barrios de todo el país, y muy especialmente en Caracas, como en la antigua Sarría de diamantes polvorientos, donde se forjó la leyenda de Alfonso “Chico” Carrasquel.

Desde sus inicios, el beisbol también contó con patrocinio de empresas privadas como la Cervecería Caracas, y del apoyo del gobierno nacional, encabezado por el general Juan Vicente Gómez, cuyos hijos José Vicente, Gonzalo y Florencio participaron de manera directa en la fundación, promoción y financiamiento de equipos de beisbol y campeonatos nacionales e internacionales, lo que también ayudó a difundir y consolidar la práctica de este deporte en Venezuela.

El fútbol, en cambio, se fue por otros derroteros. La práctica de este deporte quedó circunscrita mayoritariamente a los colegios católicos del país, donde solo accedía una clase media y alta privilegiada. Las clases populares quedaron marginadas del juego.

Y para colmo de males, cuando en el caso de Caracas surgió un equipo como el Venzóleo que contaba con el patrocinio privado, y buscaba echar raíces, con estadio propio y divisiones menores, a semejanza de los clubes de fútbol de Europa y Suramérica, buena parte de sus fundadores se enfrentó a la dictadura del “Benemérito”, en la insurrección estudiantil de 1928 y terminaronn en la cárcel de La Rotunda.

El Venzóleo y el fútbol nacional perdió el patrocinio de Brittish Petroleum. El fútbol se granjeó la antipatía y la indiferencia del poder político del clan Gómez, que gobernaban el país como si fuera su hacienda, y prefirió dar respaldo a la práctica del beisbol.

La popularidad de este deporte alcanzó su cénit con el triunfo de la selección nacional en el Campeonato Mundial de 1941 en La Habana, Cuba. Esta hazaña sembró al beisbol en la consciencia colectiva de la nación. La pasión se fue acrecentando con el surgimiento de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. La rivalidad que desde 1942 se forjó en Caracas entre Cervecería-Leones y Magallanes, con peloteros de gran popularidad en el país como Vidal López y Alejandro “Patón” Carrasquel, no hizo más que incrementar el fervor por la pelota como el pasatiempo de las mayorías.

Entretanto, la confrontación que surgió entre equipos aficionados del fútbol capitalino como Dos Caminos y Unión se apagó, cuando estas divisas se enclaustraron, rechazaron participar en el fútbol profesional y finalmente desaparecieron, acabando así con un encono deportivo en el césped que pudo haber sido y no fue como la eterna rivalidad del beisbol.

Caracas carece en el fútbol con una rivalidad como la de Leones y Navegantes

La rivalidad entre Caracas y Magallanes es un fenómeno de masas capitalino que se ha esparcido por todo el país. Aunque los Navegantes tienen su sede en Valencia, nunca ha dejado de ser un equipo netamente caraqueño, lo que ha facilitado que la pugna entre los aficionados de cada equipo se transfiera de una generación a otra y se mantenga en el tiempo llenando los estadios en cada temporada de la LVBP No ocurre los mismo con el fútbol en el país.

Los equipos de la capital que en el pasado tuvieron una enorme rivalidad como Unión y Dos Caminos se perdieron en el tiempo. El Caracas FC, el club más ganador del país, por diversa razones todavía no está sembrado en el corazón de los habitantes de la ciudad, y tampoco cuenta con una contraparte con el cual establecer una rivalidad que suscite interés y divida a los aficionados como ocurre en las grandes ciudades de Suramérica y Europa con River y Boca, Fluminense y Flamengo, Nacional y Peñarol o Inter y Milan. El deporte es raigambre, pasión y rivalidad. Sin esos elementos es cuesta arriba llenar estadios.

La Vinotinto acapara todo el interés que despiertan las máximas figuras

Si algo le ha sobrado al beisbol a lo largo de su historia son ídolos que lleven público a los estadios. Desde los días aurorales el “Patón” Carrasquel y Vidal López, Caracas y Magallanes han contados con grandes figuras que por la misma organización del beisbol han podido brillar tanto en las Grandes Ligas como en Venezuela, con una mayor exposición mediática de los medios de comunicación de Venezuela y Estados Unidos, como recién ocurrió con el retiro del legendario Miguel Cabrera, homenajeado en cada estadio de la MLB.

El fútbol nacional no puede competir con semejante maquinaria profesional, porque su organización y competencias son diametralmente distintas. Salomón Rondón, por citar un caso, no puede terminar su campaña en River y venir a jugar en la Liga Futve como si nada. No es de extrañar, en consecuencia, que ante la falta de ídolos en el Futve, sea la Vinotinto la que acapare la pasión de los aficionados nacionales, que pueden admirar a los Rondón, Soteldo, Rincón, Savarino o Bello que fueron aves de paso en el fútbol nacional ante de consagrarse en clubes del extranjero.



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