
🎾 Rose Seccia vs Ekaterina Ivanova
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Cada partido entre Daniil Medvedev y Learner Tien se convierte en una joya dentro de un circuito con demasiados perfiles parecidos. Dos jugadores que reman a contracorriente, alejados del molde que manda en los últimos tiempos y que hoy, en el ATP Shanghái 2025, pusieron el sello a una trilogía en la que por fin es el ruso quien se lleva el gato al agua. Lo logró, como no podía ser de otra forma, tras una batalla de idas y venidas, un caos irrefrenable en el que, ahora sí, el moscovita se movió como pez en el agua (7-6(6), 6-7(1), 6-4).
Veníamos avisados: los partidos que Daniil Medvedev y Learner Tien nos habían regalado a lo largo de 2025 jamás estuvieron exentos de buen tenis, emoción, carisma, drama y giros de guion. Eso sí, fue Learner quien alzó las manos en Australia y Pekín, generando una presión extra que este nuevo Medvedev, de la mano de Thomas Johansson como primer capitán de la nave, quería eludir a toda costa.
Lo logró desde el minuto uno, mostrándonos una versión reconocible, parecida a la que superó con contundencia a Davidovich: cada vez más agresivo en sus turnos de servicio, variando más el juego, tirando de paralelos y encontrando las dejadas. Enfrente, eso sí, un hueso muy duro capaz de contragolpear con más inteligencia que muchos otros nombres, forzando al ruso a trabajar también los puntos, a encontrar una especie de equilibrio que, tras más de hora y cuarto de set, le puso en ventaja en el marcador.
Y parecía que todo había terminado: el típico bajón de adrenalina tras una batalla tan extenuante, el jugador de mejor ranking tirando de jerarquía y la nueva versión del Loco Daniil, ahora sí, cerrando la puerta a su particular bestia negra. Con 7-6 y 3-0 arriba, sin embargo, llegaron los flashbacks de la remontada de Pekín en un guion que explotó, que saltó por los aires. El estadounidense activó el modo muro y le dio la vuelta al set entre las quejas y la desesperación de un Daniil que la tomó con su banquillo, con quejas airadas a Johansson, señalándole sin pudor que «no podía hacer nada» y que su rival estaba «en todas partes».
Salvó el primer match ball el ruso cuando Tien sacaba, con 5-4, para igualar el duelo… pero nada le había preparado para lo que estaba por venir. Justo antes del tiebreak, los calambres hicieron acto de presencia para fagocitar cualquier ilusión por cerrar este partido en dos mangas. Era imposible que el guion entre estos dos maratonianos escogiese esos derroteros… y ahora, claro, la más difícil todavía para el ruso: ¿decir basta como la semana pasada o recomponerse y luchar por cerrarlo en el tercer set?
Medvedev muestra garra y rompe el maleficio ante su verdugo favorito
El tercer set nos mostró, casi por arte de magia, a la nueva versión de Daniil Medvedev. Las indicaciones desde su box eran claras: su entrenador le pedía atacar la primera bola tras el saque, meterse dentro de la pista, ser él, en definitiva, quien desplazase de un lado a otro de la línea a su rival. Cuando Medvedev volvió a encontrar ritmo de crucero con su servicio y empezó a disponer de cierto tiempo para atacar la derecha, florecieron de nuevo esas buenas sensaciones que le acompañan tras su cambio de equipo: se atrevió, incluso, con las dejadas para dinamitar el ritmo de un Tien con algo menos de frescura en el set definitivo.
Y ahí apareció la victoria que, quizás, tanto necesitaba Daniil. Resolviendo en unos momentos decisivos en los que su cuerpo se recuperó y no le abandonó, tuvo la suficiente claridad de ideas para ejecutar los dictados tácticos de su entrenador y recuperando la viveza de sus golpes. No nos libramos todavía de su carrusel particular, un show que incluyó pérdidas de tiempo, recuerdos sobre Nadal, broncas con su entrenador y con Mohamed Lahyani y mucho más… pero que terminó con Medvedev gritando, un grito casi de alivio, un golpe encima de la mesa que le permite volver a soñar con ser uno de los grandes candidatos a todo en el circuito.
Un pequeño paso para el tenis, pero quizás un gran paso para Daniil, que sueña con volver a ganar un título en China… y, sobre todo, para volver a ser ese gigante temible que nadie quería cruzar. Quizás esta victoria sea el primer gran punto de inflexión para que eso suceda.