Ha llegado marzo y consigo trae atada la primavera. La Vinotinto se alista para afrontar el repechaje ante seis selecciones, pero qué importa: la venezolana está pronta para chocar con el más pintado y marcar la cancha del Mundial de este año, el sueño siempre inaplazable pero ahora vivo en todo el país. Fue duro el trajinar, estación por estación, partido tras partido, pero ahí está la selección a punto para la magna cita.
También el equipo nacional de beisbol por estos días tiene los bates y los guantes listos para el Clásico Mundial, donde tendrá que bregar ante otros favoritos: Japón, Estados Unidos, República Dominicana y Puerto Rico se erigen entre las preferencias. En otros diamantes, en otros lugares, ya se encienden las ilusiones en los campos de entrenamientos de las grandes ligas, esos hervideros de jugadores en los que todos dan dentelladas, con casi cien venezolanos en pugna y en procura de puestos en los clubes. Tres frentes de batalla, tres presencias criollas en busca de un sitio en el mapamundi universal.
Ay, Dios de la vida. Dicen que los sueños son gratis pero quizá no sea tan cierto, porque ¿quién paga las decepciones y los dolores de alma de ver a Bolivia en la repesca y no a la derrotada Vinotinto? ¿Quién, en su sano juicio, se lo hubiera imaginado minutos antes del día fatal de la caída ante Colombia y la victoria boliviana frente a Brasil?
Los vientos de la caída aúllan a lo lejos, y por eso jugamos a las palabras en el párrafo anterior, a los anhelos abatidos como pasó con todo lo visible, con todo lo posible en la geografía de Venezuela. Por las calles se siente el mal y los gestos de decepción son demasiado visibles; mas, debajo de las caras de circunstancias se gesta algo nuevo, porque siempre habrá de dónde asirse: llegan nuevos muchachos, y con ellos se puede hallar el tesoro escondido.
Hacemos un inventario de los jugadores venezolanos que andan por ahí y habrá que reconocer que se ha ido atrás. No en el número, porque estos a veces son engañosos. Nos referimos a la calidad, en los circuitos de importancia donde meten pierna. Hemos oído decir, a manera de consuelo, que “juegan en las mejores ligas del mundo”, pero ante tal argumento aéreo, que sale desde las trincheras del deseo ferviente y no de los cuarteles de la realidad, por prudencia nos quedamos callados. Veamos las primeras divisiones de Europa. Inglaterra: ninguno. Alemania: ninguno. Italia: ninguno. Francia: uno. España: tres. La verdad, que suele ser cruel, nos habla al oído y desmiente el lugar común. Visto así, habrá que añorar los días de César Farías y Richard Páez, cuando muchachos de por aquí compitieron en nóminas de destaque. ¿Por qué todo esto cambió, dónde estuvo la venida a menos? ¿Qué se hicieron aquellos días luminosos, en los que los venezolanos eran apetecidos y llamados desde lugares llamativos?
¿De verdad que son ellos?
Si algo debe haber quedado de la desafortunada gestión de Fernando Batista al timón la Vinotinto, ha de haber sido su atrevimiento a llamar al equipo jugadores jóvenes poco conocidos. No obstante, su osadía no fue suficiente; la muchachada no traía en sus valijas lo necesario para ir en busca de puntos y victorias ante las bien armadas selecciones de Suramérica.
Ahora se ha llamado a un contingente de inexpertos en estas lides internacionales, aun sin evidencia de ser verdaderamente competitivos. Pero no hay que desestimarlos; de súbito aparece algún geniecillo, algún jugador fuera de lo común que lleve dinamita en sus botines y despliegue las alas de nuevos vuelos.
Corresponde esperar, mirar y volver a mirar, porque no se puede recibir goles sin disputar en el medio campo. ¿Podrán ellos, son de verdad ellos los Vinotinto de lo imposible?