“El futuro ya no es como antes”, fue el título de una columna del escritor Ben Ami Fihman en el diario “El Nacional”, publicada hace algunos años. Trataba de sus miradas de juventud, en las que veía, imaginariamente y en el año 2000, carros voladores y aceras transportadoras para llevar a los caminantes a cualquier dirección. Luego, al pasar el tiempo, se percató de que las cosas no fueron así, que con algunos pequeños cambios todo seguía igual que en el siglo anterior; todo aquello fue el motivo de una gran decepción. Hoy, en nuestro diario ejercicio mañanero por las calles de El Paraíso, recordamos aquella columna y sin darnos cuenta la asociamos con los sucesos del fútbol venezolano. Hace algún tiempo, cuando la ilusiones todavía estaban frescas, creíamos en un fútbol potente, lleno de grandes jugadores, y en consecuencia, una Vinotinto capaz de luchar con propiedad con las mejores y estar de pleno en un Mundial…
Pero pasó el tiempo, como “pasan los desfiles” (como decía el gran Mario Benedetti en uno de sus poemas), y las cosas, como en la columna de Ben Ami Fihman, siguen a la espera de los mejores días. No con carros voladores y aceras transportadoras, pero sí con batallas futbolísticas de logros y clasificaciones mundialistas. Ah, uno y otro Premundial, y los años, mientras nos pintan el cabello de blanco puro, van horadando aquella esperanza que se ha hecho una veterana de la espera. La Vinotinto ha sido albacea de sueños y también de desencantos, porque se ha convertido en un sentimiento nacional, en la gloria y la miseria de un deporte dolido en lo más profundo…
Ahora se habla de un nuevo director técnico como si se estuviera esperando a un redentor, a un prestidigitador de otra dimensión capaz de modificar comportamientos y de cambiar destinos. Esa tal vez sea la nueva ilusión de la gente, siempre a la espera del hecho milagroso. Escribimos sin saber quién será ese salvador, ese emergente que traerá consigo la vara de la conversión que transformará al fútbol venezolano en el que siempre se ha deseado. Él llegará, hará promesas de comienzos y dibujará ensoñaciones de porvenir, y quizá pensará hacer algo o mucho por revertir las débiles estructuras del fútbol del país. ¿Será posible? De tratar, trataron varios, pero ninguno ha podido saber “donde es que van los clavos y los tornillos”. No es conveniente apostar contra el caballo que no ha corrido; lo prudente es esperar a ver si es verdad que alcanzar la cúspide será posible alguna vez. Será la Vinotinto que imaginamos.
Nos vemos por ahí.