“La felicidad empieza cuando el egoísmo se acaba”. Esta frase salió de los labios del desaparecido Bill Walton en una de las miles de ocasiones en las que se le invitaba a hablar y no callaba hasta que perdía completamente el hilo. Un axioma que resume y condensa toda una carrera. No solo la de aquel eterno gigante, sino también la de LeBron James.
La carrera de una figura como LeBron puede observarse desde tantos prismas como puntos de vista existan. Un ganador, un perdedor, un anotador, un revolucionario del juego, un personaje, un fenómeno mediático… El nativo de Akron ha marcado la agenda en la NBA desde comienzos del siglo XXI y alargando su trayectoria hasta cruzar dos veces el horizonte en lo relativo a la durabilidad habitual en un jugador así. Alguien sin el cual no puede entenderse prácticamente nada de lo ocurrido en la liga en los últimos 25 años.
Durante mucho tiempo a LeBron se le entendió de un modo incorrecto. Como la metáfora del dedo y la luna, muchos observaron los primeros pasos de aquella joven estrella como la culminación de todo lo que estaba mal en el baloncesto de principios de siglo. Un alero físico y vertical, que asumía volúmenes altísimos de uso ofensivo y se imponía a sus rivales más por desborde que por técnica. Fueron muchos los que vaticinaron, erróneamente, claro está, que una vez le abandonase esa fuerza sobrehumana se quedaría completamente vacío y pasaría sin pena ni gloria por la historia de la NBA.
Sin embargo, el camino de James nunca fue el que muchos pensaron. Ni siquiera cuando estaba promediando más de 27 puntos con tan solo 20 años. En absoluto. El molde de LeBron era otro, más próximo a Magic Johnson que a Michael Jordan. Más Larry Bird que Kobe Bryant. Un maximizador ofensivo que se regía por un principio básico: hacer siempre la jugada correcta.
Seguir esto como un mantra le ha traído a lo largo de su amplia carrera un buen número de dolores de cabeza. La NBA es una liga que impulsa el individualismo en el día a día y ensalza a la unidad por encima del grupo.
Algo que, pese a que muchos chirríe, nunca ha casado con quién ha sido LeBron.
El impacto en el clutch
En cada jugada según la situación, de cada situación según la necesidad. El ex de Cavs, Heat y Lakers ha seguido a pies juntillas esto independientemente de las consecuencias. Y es que, a veces, parece estar mejor visto que una estrella falle un tiro para ganar completamente defendido que confiar en quienes le rodean y están en una mejor posición para anotar.
Durante mucho tiempo, James tuvo que escuchar aquello de que no era clutch, que se escondía en los momentos importantes y delegaba en sus compañeros. Nada más lejos de la realidad.
A lo largo de su interminable carrera, LeBron James ha repartido 368 asistencias en los momentos calientes de partido, es decir, con un marcador de ±5 en los 3 minutos finales del choque en fase regular o Playoffs, más que nadie desde que hay registro. Un dato que le coloca por delante, por ejemplo, de Chris Paul (306), segundo máximo asistente histórico, o de Jason Kidd (280).
A lo cual hay que sumar aquellos pases de canasta que acabaron marcando la diferencia entre la victoria y la derrota, con un total de 48 asistencias para canastas ganadoras.
Unos datos que no incluyen todos esos pases bien ejecutados, esas lecturas correctas, que derivaron en el lanzamiento de un compañero que no pasó por el aro. Acciones que le pasaron factura a un jugador que primó siempre lo colectivo a lo que se esperaba de una estrella de su calibre.
Todo ello sin mencionar la cuestión meramente anotadora. Y es que nadie ha conseguido más tiros de campo en el clutch en la era play-by-play (3332), haciéndolo de paso con el segundo mejor porcentaje de acierto (49,7%) solo unas décimas por detrás de Tim Duncan (50,3%). Unos datos que le colocan a bastante distancia de otros contemporáneos que siempre arrastraron la fama de ser más efectivos en los momentos calientes que el nativo de Akron, como Kobe Bryant (43,8%), Paul Pierce (44,4%) o Carmelo Anthony (43,9%)
Anatomía de un instante
Hay un aspecto tremendamente infravalorado del juego de LeBron. Uno que sirve para comprender lo que es y no lo que se dice que es. Esto no es otra cosa que el instinto para conectar con sus compañeros cuando todos esperan una incursión hacia el aro o un lanzamiento desde lejos y tras una sinfonía de botes.
Y no hay mejor síntesis de su carrera, de su figura y perfil técnico que lo ocurrido en el Scotiabank Arena en la noche del 4 al 5 de diciembre de 2025. Con un puñado de segundos en el marcador, Reaves encontró al #23 cortando a canasta. Ahí, todo indicaba que James finalizaría en el aro para así alargar un partido más su racha de encuentros consecutivos con más de 10 puntos. Pero no fue así.
Haciendo gala del sónar que tiene instalado en la cabeza detectó que Quickley había saltado a la ayuda e Ingram estaba pinchado en el bloqueo de Ayton. Un escenario que dejó completamente liberado a Rui Hachimura en la esquina derecha.
No es solo que LeBron tuviera una situación favorable para anotar una bandeja y sentenciar el duelo, sino que había un claro mismatch para poder hacerlo posible puesto que la pintura estaba relativamente vacía. Sin embargo optó por la mejor jugada disponible, la lectura adecuada. En última instancia, fue lo que siempre ha sido: el jugador de baloncesto más completo de todos los tiempos.
Esta fue solo la segunda ocasión en toda su trayectoria donde asistió en un buzzer beater. La primera ocurrió en ese mismo escenario en marzo de 2006 con destino Damon Jones.
“Se trata de jugar de la manera correcta, hacer siempre la jugada correcta”, dijo el veterano jugador al término del duelo. “Esa ha sido mi forma de actuar [durante toda mi carrera]. Así fue cómo me enseñaron este juego. He hecho esto toda mi trayectoria. Ni siquiera dudé una vez que le hicieron el dos contra uno a Reaves y el balón me llegó. Sé que era una cuestión de números. Teníamos una ventaja en ese cuatro contra tres y yo solo he intentado poner el balón a tiempo en el sitio adecuado y justo en la posición de Rui [Hachimura] y él ha anotado”.
Una racha que se acaba
El 5 de enero en la visita de los Cleveland Cavaliers a casa de los Milwaukee Bucks LeBron James se quedó en 8 puntos a lo largo de 43 minutos de juego. Una terrible serie de 3 de 13 en tiros de campo y apenas una visita a la línea de tiros libres.
Aquella sería la última ocasión en 6908 días en donde la estrella terminaría un duelo por debajo del umbral de los 10 tantos. 1297 partidos seguidos superando dicha barrera que ya son historia de la NBA. Una marca que difícilmente será igualada en el futuro. Más teniendo en cuenta quiénes se encuentran en las dos posiciones previas, con Michael Jordan ocupando el segundo cajón del podio con 866 duelos y Kareem Abdul-Jabbar con 787 encuentros.
Más partidos seguidos con +10 PTS
| Pos | Jugador | Partidos |
| 1 | LeBron James | 1297 |
| 2 | Michael Jordan | 866 |
| 3 | Kareem Abdul-Jabbar | 787 |
| 4 | Karl Malone | 575 |
| 5 | Kevin Durant | 562 |
| 6 | Moses Malone | 526 |
| 7 | Kareem Abdul-Jabbar | 508 |
| 8 | James Harden | 450 |
| 9 | Oscar Robertson | 428 |
| 10 | Kevin Garnett | 411 |
| 11 | George Gervin | 406 |
| 12 | Kevin Garnett | 338 |
| 13 | Julius Erving | 319 |
| 14 | Chris Mullin | 301 |
| 15 | Bob McAdoo | 299 |
| 16 | Elgin Baylor | 272 |
| 17 | Kevin Durant | 267* |
| 18 | Hakeem Olajuwon | 258 |
| 19 | Dale Ellis | 255 |
| 20 | Elvin Hayes | 250 |
*En activo
En rigor, la racha de los 1297 partidos terminó hace mucho tiempo, pues esta solo hace referencia a los duelos de fase regular y no al cómputo global uniendo los Playoffs. Esa seguidilla finalizó el 5 de junio de 2011 durante las Finales ante los Mavs con un total de 433 encuentros. A esta le seguiría una de 276 finalizada en mayo de 2014 en el Game 5 frente a los Pacers, iniciando un lapso de 865 partidos que estaba vigente hasta la noche de hoy.
LeBron tenía 22 años recién cumplidos cuando inició esa racha, no había pisado siquiera las Finales todavía y en su palmarés solo contaba con un premio al Rookie del Año y dos nombramientos en los mejores quintetos y para el All-Star Game.
Tras ese paso atrás en una fría noche en Wisconsin vendría la conquista de la NBA por parte de James. Una maratón que hoy concluye y que sirve, por un lado, para dimensionar la magnitud de la figura de la que se habla. Pero también para constatar una evidencia: que su tiempo se está agotando.