
Este no es un artículo de opinión política, quien espere sentencias categóricas y un masaje a sus prejuicios se ha equivocado de ventanilla. De esos encontrará más que de sobra en otros atriles a ambos lado del río. Este busca ser un análisis práctico de un asunto de actualidad: la participación de los equipos israelíes (Maccabi y Hapoel) en la Euroliga 2025/26 después de lo vivido en La Vuelta ciclista.
Un punto que conviene aclarar de partida y me parece importante para entender la situación es que la Euroliga no es una federación supranacional democrática, es decir, con representantes con derecho a voto de todos los países del continente y cuyo único interés (al menos en teoría) es la promoción del susodicho deporte. La Euroliga es una empresa privada, por tanto con ánimo de lucro, llamada ECA, con sede en Luxemburgo, y cuya propiedad se dividen la compañía IMG y los 11 clubes con licencia A (tres de ellos españoles). Ellos ponen las normas en su casa y no deben más explicaciones que las que ellos mismos quieran dar. Por eso pueden tomar sin que les tiemble el pulso medidas de espaldas al aficionado como llevarse la F4 a Abu Dhabi o colar a un equipo de Dubai en la competición. Puede gustarnos más o menos, pero son lentejas. Pues con Israel lo mismo.
Las dos pasadas temporadas, que la situación en Gaza era más o menos similar, la Junta de clubes propietarios (el órgano de decisión de la Euroliga) no consideró necesario apartar a los equipos israelíes de la competición, así que me cuesta imaginar que lo vaya a hacer ahora, porque en uno de los doce países con clubes participantes el tema esté ahora en el centro del debate público a colación de lo ocurrido en La Vuelta.
¿Agravio comparativo?
Estos días se habla a menudo, empezando por el pte. del Gobierno, del posible agravio comparativo con Rusia. Si hacemos memoria, la Junta de clubes propietarios votó en 2022 a favor de la expulsión de los equipos rusos, una decisión en la que no solo pesaron aspectos políticos sino también aspectos burocráticos básicos, que no aplican por ahora en el caso de Israel. Como la prohibición de vuelo a los aviones rusos en el espacio aéreo europeo y el cese de emisión de visados a ciudadanos rusos (acceso al país). Restricciones tomadas desde la Comisión Europea y que, sin hacerla imposible, sí complicaban la logística de la continuidad de los clubes rusos en la competición.
Por otro lado, la Euroliga es una organización pequeña en el ecosistema del deporte mundial y por definición con poca iniciativa en la toma de decisiones de calado y significación política. En ese sentido, en el caso de Rusia le allanaron el terreno otras organizaciones deportivas supranacionales como la FIBA o el COI, que previamente habían apartado ya a los equipos rusos. Ese no es por ahora el caso con Israel.
No entro a valorar si me parece bien o mal, eso os lo dejo a cada uno, simplemente observo que desde el punto de vista de la Euroliga el contexto en el que tomar la decisión es bastante distinto entre el caso de Rusia en 2022 y el de Israel actual.
Seguridad y organización
Otra duda, viendo el precedente de La Vuelta, es en qué medida está garantizada la celebración de los partidos de equipos israelíes en suelo español. Creo que en lo referido a seguridad la comparación con el ciclismo no se sostiene. Una etapa son 150 kilómetros lineales por calles y carreteras de acceso libre y gratuito, es literalmente imposible cubrir todo el trayecto con policía.
En cambio, un partido de baloncesto se compite en pabellones cerrados, con cuatro o cinco únicas puertas (controles de acceso), y la entrada es de pago, no particularmente barata, lo que actúa como elemento disuasorio. Además, siempre se puede disputar el encuentro a puerta cerrada, como el Valencia-Hapoel del pasado abril.
El principal reto de seguridad me parece el momento de acceso del equipo israelí de turno al pabellón y el compromiso de las autoridades responsables del despliegue policial, discutible en la etapa final de La Vuelta. De todos modos, y dado el caso, la Euroliga cuenta con un botón nuclear de seguridad que ya utilizó el año pasado, y es cambiar un partido de sede y moverlo a otro país más tranquilo. Ejemplo el Fenerbahce-Maccabi que se disputó en Kaunas. Ahora bien, como botón nuclear que es no se puede utilizar a menudo, porque en ese caso hablaríamos ya de un claro perjuicio a los clubes propietarios y al desarrollo de la competición, y quizá entonces sí valorarían otro tipo de medidas.