La LVBP está acostumbrada a solventar serias crisis

La LVBP está acostumbrada a solventar serias crisis

Corría el año de 1983 en Venezuela. Época marcada por la devaluación de la moneda nacional, anclada desde 1960 a un cambio fijo de 4.30 bolívares por dólar.

De repente, en febrero de aquel año, la fortaleza del bolívar se hizo añicos y bastantes voces de esas que nunca faltan, expertas en presagiar desgracias, señalaron que el beisbol profesional, impedido de contratar importados de primera línea, perecería en Venezuela.

Había razones para pensar de aquel modo. El venezolano se había acostumbrado a una pelota que permitía once jugadores importados por equipo, todos ellos con estatus de grandeliga o AAA. Observar un pelotero foráneo de clasificación AA en un roster de la LVBP era una auténtica rareza.

De repente, en aquel año bicenterario del natalicio del Libertador, aquella crisis empezó a generar cambios bastante positivos para nuestra pelota profesional. Al empezar a llegar importados cuya clasificación en su mayoría oscilaba entre clase A y AA, el pelotero criollo comenzó a ocupar espacios y a cobrar inusitada importancia.

Con el correr de los años, la Liga Venezolana de Beisbol Profesional sufrió importante metamorfosis: se transformó de un circuito donde el pelotero importado era la atracción, a ser un espacio donde el jugador criollo era la estrella.

Hoy, 36 años después, el beisbol profesional venezolano aparece en una nueva situación de crisis, donde las casandras vuelven a hacer de las suyas. Y quedan de nuevo en peligro de volver a perder el juego.

Nuevo panorama

El presente año 2019 se ha caracterizado por un ensañamiento del presidente de los Estados Unidos, el señor Donald Trump, contra nuestro país. Independientemente de sus relaciones resquebrajadas con el gobierno de Venezuela o del mal recuerdo que le traen sus frustrados amoríos con una de nuestras Miss Universo – le costaba mucho atravesar puertas y umbrales después de aquel idílico episodio -, el mandatario creó las condiciones para aislar a nuestro beisbol profesional.

La Oficina del Comisionado de Grandes Ligas y la Asociación de Peloteros respectiva, vetaron la actuación en nuestro medio de sus peloteros afiliados. Ello, según cifras oficiales expedidas por la LVBP, abarca menos del 40 por ciento del parque actual de jugadores en capacidad de jugar en la temporada que inició anoche. Es decir, más del 60 por ciento de peloteros que ven acción comunmente en los torneos domésticos, se mantendrán en acción. Eso, por supuesto, en lo atinente al pelotero criollo.

Con respecto a los importados, entremos en los terrenos de la sinceridad. Desde hace tiempo, las importaciones de nuestros clubes se basan en jugadores caribeños que no tienen contrato en sus respectivos países. Aderezados con jugadores estadounidenses divorciados del Beisbol Organizado y refugiados en ligas independientes.

Las importaciones de la temporada en curso mantienen los mismos patrones. De allí que jugadores como Denis Phipps, Isaías Tejeda, Manny Correa, Francesley Bueno, Logan Durán, Jesse Castillo y Garabez Rosa – por citar algunos – los veamos en acción. ¿Mucha diferencia con torneos pasados?… Y qué decir de los criollos. Se mantienen figuras como René Reyes, Alberto González, Frank Díaz, Maycol González, Álex Romero, Wilfredo Tovar… ¿Mucha diferencia?

Lo que sí puede traer este torneo es el surgimiento de nuevo talento criollo. Como sucedió en 1983. Torneo ganado por Águilas del Zulia… Que por cierto no paró hasta llegar a San Juan de Puerto Rico y traerse la Serie del Caribe 1984.

Por cierto, para aquellos amantes de la cábala. En 2020, la Serie del Caribe se celebrará en la misma ciudad que aquel ya lejano 1984 Y en el mismo estadio.

¿De que vuelan, vuelan?

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