Los resultados negativos que acumulan los clubes venezolanos esta temporada en la Copa Libertadores de América y en la Copa Suramericano son un reflejo de las debilidades y las fallas que desde antiguos y largos inviernos padece en su conjunto el fútbol venezolano, que se han agudizado en los últimos años por diversos factores que nunca sobra revisar para esclarecer las sombras.
Lo primero que hay que recordar es que el fútbol nacional, a diferencia de lo que ocurre en el resto de los países de Suramérica, está lejos de ser una industria estructuralmente consolidada, con miles de aficionados plenando los estadios cada fin de semana, patrocinantes nacionales e internacionales aportando recursos y canales de televisión peleándose por los derechos de transmisión y pagando millones de dólares por tener en sus pantallas el torneo.
Nada de eso ocurre en Venezuela, donde el fútbol profesional es un huérfano, que ha tenido que sobrevivir a lo largo de su historia sino los subsidios directos o indirectos del Estado como los que ha recibido la Liga de Beisbol Profesional cada temporada, sin los cuales esta importante industria generadora de empleo y fuente de entretenimiento habría colapsado en estos tiempos de recesión nacional por el brutal bloqueo que también ha afectado al deporte. Nunca olvidemos, por ejemplo, las sanciones aplicadas a la LVBP por la Oficina de Control de Bienes Extranjeros de Estados Unidos (Ofac), que impedía a cualquier trabajado vinculado a la MLB participar en el campeonato de beisbol nacional, entre otras perlas.
En el deporte profesional suelen ganar los equipos que más invierten en jugadores de altísimo rendimiento y comprobada calidad. Esos recursos provienen esencialmente de derechos de televisión y patrocinio. La Liga Futve apenas recibe cerca de un millón de dólares anuales por derechos de transmisión que vendió a la empresa uruguaya GolTV, y ese dinero se invierte mayoritariamente en levantar la señal de los juegos para cumplir con el contrato firmado.
Es decir, los clubes dependen exclusivamente de sus presupuestos y de los ingresos que reciben por competir en la Libertadores y Suramericana para armar sus nóminas en la que abundan refuerzos de escaso renombre internacional, porque no hay dinero para fichar a grandes figuras, como ocurrió durante la época de la bonanza y despilfarro petrolero, con el dólar a 4,30 en el llamado fútbol de colonia; en la que Jarzinho, campeón del mundo con Brasil, defendió la camiseta del Portuguesa, cuando en 1977 el Penta llegó a semifinales de la Copa Libertadores en el antiguo formato de competencia.
Hoy con los presupuestos menguados de los clubes venezolanos, que casi quiebran durante la pandemia, es ilusorio pensar que pueden dar batalla internacional. Para tener una idea de las enormes diferencias económicas, veamos algunos casos. La plantilla de Boca Juniors, rival de Monagas en la Copa Libertadores, está valorada en 95 millones de euros; la del cuadro oriental, en 6,5 millones. Por derechos de TV en Argentina, el cuadro xeneize recibe cerca de 8 millones de dólares anuales. En la Copa Suramericana, el poderoso Fluminense de Brasil tiene una nómina valorada en 69 millones de euros, y la de Estudiantes de Mérida, que de milagro pudo salir esta temporada, ronda los 4 millones. Por TV, Fluminense se embolsilla cerca de 20 millones de dólares.
No es de extrañar, por tanto, que los equipos venezolanos apenas hayan sacado un empate y 11 derrotas en lo que va de la Copa Libertadores y la Copa Suramericana. Sin inversión, no hay goles ni triunfos sino falsas ilusiones.
El arte mayor de David Martínez vale oro para los cazatalentos
En medio de este mar de desilusiones por la acumulación de reveses de los clubes venezolanos, al menos Monagas tiene una enorme razón para estar feliz. Los torneos de Conmebol son la mejor vitrina para exhibir y poner en el mercado de piernas internacional a los jugadores que sobresalen en la cancha.
La mayor promesa del fútbol nacional, que con su técnica endiablada de pierna zurda clasificó a la Vinotinto Sub-17 al Mundial de la categoría, se hizo sentir en la reciente derrota de Monagas 2-1 ante Deportivo Pereira en la Copa Libertadores. Con apenas 17 años, el chamo David Martínez se convirtió en el jugador criollo más joven en anotar en este torneo, al clavarla en el ángulo con un tiro de zurda en carrera. Su arte ya se debe estar cotizando en oro por los buscadores de talentos que ya están tocando las puertas de Monagas.
Los errores propios también contribuyen a la debacle nacional en las copas
La abundancia de recursos es vital para competir con éxito en el fútbol. Es una verdad de perogrullo que la confirman cada años los clubes más poderosos del mundo como Real Madrid, Barcelona, Bayer Múnich, Manchester United, Manchester City, PSG, Juventus, Flamengo, Milan, Palmeiras, Boca Juniors y River Plate que acumulan trofeos en sus vitrinas, gracias al músculo económico para fichar o producir fenomenales talentos.
Pero no todo es dinero. En las derrotas que han sufrido los clubes venezolanos en este curso de Copa Libertadores y Suramericana también hay una mezcla de falta de ritmo competitivo, excesiva lentitud para trasladar el balón, errores técnicos y de concentración para despejar balones que queman en el área y culminan en gol y falta de pegada en las pocas ocasiones para definir. Academia Puerto Cabello hizo un partido correcto durante largas fases del reciente encuentro ante Tigres de Argentina, pero cometió dos fallos en el fondo de la cancha que le costaron la derrota. Igual ocurrió con Metropolitanos que en un minuto se metió un autogolazo.